Milonga del moro judío
Con el próximo
domingo se nos acaba el mes de septiembre. No es preciso correr ni
desplazarse despacio. Lo que verdaderamente cuenta es ser consciente. Pensaban
mis neuronas en cómo encender sus luces para presentar los comentarios de Mateo
21,28-32 y de Hechos de los Apóstoles 24,22-27 cuando aterrizaron ante mis ojos
los versos de una milonga. Me reconocí atrapado por la lucidez del mensaje y la
excelente transparencia de su puesta en escena. Y me dije que esta milonga es
perfecta para leerla y comulgarla en la liturgia de los comentarios de
este 27 de septiembre. Y digo un poquitín más, qué bien sentaría proclamar,
cantar o bailar esta milonga como Salmo en 'la mesa y mantel' de la
proclamación de la Palabra.
Así pues, tienes a
continuación entre manos una milonga sublime y mis dos comentarios.
Milonga del moro judío
Chicho Sánchez Ferlosio y
Jorge Drexler
Por cada muro un
lamento
en Jerusalén, la dorada,
y mil vidas malgastadas
por cada mandamiento.
Yo soy polvo de tu viento
y aunque sangro de tu herida,
y cada piedra querida
guarda mi amor más profundo,
no hay una piedra en el mundo
que valga lo que una vida.
Yo soy un moro judío
que vive con los cristianos.
No sé qué dios es el mío
ni cuáles son mis hermanos.
No
hay muerto que no me duela,
no hay un bando ganador,
no hay nada más que dolor
y otra vida que se vuela.
La guerra es muy mala escuela,
no importa el disfraz que viste.
Perdonen que no me aliste
bajo ninguna bandera.
Vale más cualquier quimera
que un trozo de tela triste.
Y a nadie le di permiso
para matar en mi nombre.
Un hombre no es más que un hombre.
Y si hay dios así lo quiso.
El mismo suelo que piso
seguirá, yo me habré ido.
Rumbo también del olvido
no hay doctrina que no vaya.
Y no hay pueblo que no se haya
creído el pueblo elegido.
Domingo 26º del TO. Ciclo A (27.09.2020): Mateo 21,28-32.
El cuentaparábolas provocador. Lo
medito y escribo CONTIGO,
Para este domingo, día 27 de septiembre, se nos
propone la lectura de una nueva parábola en el texto de Mateo 21,28-32,
la llamada ‘parábola de los dos hijos’. Si recuerdo bien, los dos domingos
anteriores hemos leído, meditado y comentado dos parábolas de Jesús. Y les
adelanto que en los dos domingos siguientes (días 4 y 11 de octubre) se nos
leerán otras dos parábolas. Cinco en total y en cinco domingos seguidos.
¿Casualidad? ¿Programación precisa?
No puedo pensar que sea sólo una casualidad. Me
digo que estos cinco domingos estamos de parábola en parábola sin atender
demasiado a los distintos contextos en los que Mateo nos las dejó escritas en
el ordenamiento de su narración sobre la persona de su Jesús de Nazaret. ¿Acaso
es lo mismo contemplar a este Jesús en el camino que va desde Galilea a
Jerusalén o dentro del Templo de esta ciudad donde se sabe espiado y
perseguido?
En ninguna edición del Evangelio de Mateo el
texto de 21,28-32 comienza con estas palabras que se nos leerán en este domingo
del 27 de septiembre: “En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo”. No me hagan caso, pero no dejen de consultar el
relato en su propia Biblia. Creo que merece la pena invertir tiempo en estas
tareas.
Y ya que he propuesto este ejercicio me atrevo a
sugerir que se lea, si se desea, Mateo 21,23-32 que comienza de esta manera tan
sugerentemente provocativa: “Llegado Jesús al Templo, mientras enseñaba en
él, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo:
¿con qué autoridad haces todo cuanto has hecho en este Templo? ¿Quién te ha
dado tal autoridad? Jesús les respondió: También yo os voy a preguntar una
cosa... ¿el bautismo de Juan...”? (Mt 21,23-27). ¿Es ese el contexto en que
debe leerse la parábola de los dos hijos? Sí.
En la meditación de esta parábola de los dos hijos
se me despiertan los recuerdos de aquella parábola anterior de ‘los primeros y
de los últimos’ en el trabajo por sembrar aquí eso que tanto se coloca en la
boca y en las neuronas de Jesús: el reino, la viña del señor de la viña, valga
la redundancia del sentido común. En el texto de nuestra parábola de ahora esta
realidad del reino está presente en la pregunta central: “¿Cuál de los dos
hijos hizo la voluntad del padre?” (Mt 21,31). Y también se trata de una
viña, la viña del padre de la viña.
La viña del señor que es la viña del padre es el
reino, el mismo reino del que se nos habló en el tercero de los discursos de
este Jesús de Mateo, nuevo Moisés. Se le ha llamado el discurso de las
parábolas del reino y se recordará que éstas fueron siete (Mateo 13): ¡La pizca
de levadura!
También, una vez más, me dejo llevar por la
melodía que este evangelizador Mateo nos dejó entre las neuronas como si se
tratara de mantras humanizadores frente al poder de la tradición de las
religiones: “Habéis oído que se dijo... En cambio yo os digo... Cuanto
deseas que te hagan los demás, házselo a ellos. Esto que os digo, y no aquello
que se os dijo, es toda la Ley y los Profetas” (primer discurso de Jesús en
Mateo 5-7). Éste primer discurso de Jesús se proclamó en Galilea y para las
gentes de Israel y de fuera de Israel. En cambio, la parábola de los dos hijos
del padre de la viña se proclama en el Templo y para ¡desautorizar su
autoridad!
Carmelo Bueno Heras
Domingo 44º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(27.09.2020): Hch 24,22-27
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
Me ha parecido oportuno comentar este breve texto
de Hechos 24,22-27, porque en él se nos cuentan los acontecimientos que tienen
lugar a lo largo de dos años. Los que corresponden al mandato del gobernador
romano Félix. ¿Tanto tiempo de estancia de Pablo en Cesarea del Mar merece tan
solo este exiguo puñado de seis versículos?
Recordamos que este gobernador romano acaba de
presidir la primera sesión oficial del juicio que enfrenta a los judíos de un
lado y al propio judío Pablo por otro. Ambas partes ya han presentado sus
demandas y esperan la respuesta que debe dictar la autoridad judicial de Roma.
La sentencia está en manos del gobernador Félix del que Lucas dice que “estaba
bastante bien informado del nuevo camino” (Hch 24,22). Nuevo camino, ¿‘la
religión de Jesús’?
Esta buena información, no se sabe bien si
pertenece al propio Lucas o al gobernador, es un dato nada despreciable para el
narrador. Como lector me pregunto cómo es posible que siendo Félix tan buen
conocedor de la realidad y de la situación de Pablo renunciara a pronunciar una
sentencia y permitiera el encarcelamiento del acusado. Esto es lo que nos
afirma Lucas en Hch 24,27: “A los dos años Porcio Festo sucedió a Félix y
éste, deseoso de agradar a los judíos, dejó a Pablo en la cárcel”.
¿Puedo decir que esta actitud de la autoridad de
Roma en Cesarea del Mar encarnada en Félix fue una manera de ‘lavarse las
manos’ en este nuevo asunto del enfrentamiento entre judíos a causa de las interpretaciones
de su religión? ¿No sucedió ya otro tanto con Jesús de Nazaret?
Y hay más. Me llama la atención la
delicadeza narrativa del Evangelista cuando nos informa de las actuaciones
interesadas del gobernador. Diríase que no todo es trigo limpio en las maneras
de actuar y conducirse esta autoridad del gobernador. Félix, apunta Lucas, “no
perdía la esperanza de que Pablo le diera dinero...” (Hch 24,26).
¡Comportamiento corrupto! Otra vez...
Y hay más, como se acaba de leer en Hechos
24,24-25. Félix no gobierna solo. Está casado con una mujer judía llamada
Drusila. Ambos acuden a conversar con el acusado y apresado Pablo. Según se ha
informado este narrador, el asunto de estos diálogos es la cuestión de Jesús el
Mesías o del Mesianismo de Jesús y sus implicaciones. Y yo que leo ahora me
atrevo a cuestionarme, ¿cuánto y cómo hablaron estas tres personas sobre Jesús
de Nazaret, la realidad humana de su vida? Se me hace sospechoso tanto silencio
sobre la vida del laico de Galilea.
Y hay más, me añado en la reflexión
crítica de mi meditación. Ahora ya sé que Pablo pasó dos años en la cárcel de
Cesarea del Mar y sé también que Lucas me ha escrito casi como de pasada
textualmente esto: “Félix dio orden al centurión de que tuviese a Pablo
detenido, pero dejándole cierto margen, sin impedir que lo asistiera ninguno de
sus amigos” (Hch 24,23). Lo he leído al comienzo de este breve relato, como
he señalado en el primer párrafo del comentario. ¿Por qué este Lucas, tan
diligente en ocuparse de estar bien informado, no nos ha escrito nada ahora del
evangelista Felipe y de sus cuatro hijas residentes en esta ciudad de Cesarea,
cuando hace nada compartieron tanto en su último encuentro (Hch 21,8-14)? Este
silencio es un grito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario