domingo, 27 de septiembre de 2020

Domingo 26º del TO. Ciclo A (27.09.2020): Mateo 21,28-32. El cuentaparábolas provocador. y Domingo 44º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (27.09.2020): Hch 24,22-27 “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

 Milonga del moro judío

Con el próximo domingo se nos acaba el mes de septiembre. No es preciso correr ni desplazarse despacio. Lo que verdaderamente cuenta es ser consciente. Pensaban mis neuronas en cómo encender sus luces para presentar los comentarios de Mateo 21,28-32 y de Hechos de los Apóstoles 24,22-27 cuando aterrizaron ante mis ojos los versos de una milonga. Me reconocí atrapado por la lucidez del mensaje y la excelente transparencia de su puesta en escena. Y me dije que esta milonga es perfecta para leerla y comulgarla en la liturgia de los comentarios de este 27 de septiembre. Y digo un poquitín más, qué bien sentaría proclamar, cantar o bailar esta milonga como Salmo en 'la mesa y mantel' de la proclamación de la Palabra.  

Así pues, tienes a continuación entre manos una milonga sublime y mis dos comentarios.

      

 

Milonga del moro judío

Chicho Sánchez Ferlosio y Jorge Drexler

 

Por cada muro un lamento
en Jerusalén, la dorada,
y mil vidas malgastadas
por cada mandamiento.
Yo soy polvo de tu viento
y aunque sangro de tu herida,
y cada piedra querida
guarda mi amor más profundo,
no hay una piedra en el mundo
que valga lo que una vida.

Yo soy un moro judío
que vive con los cristianos.
No sé qué dios es el mío
ni cuáles son mis hermanos.

No hay muerto que no me duela,
no hay un bando ganador,
no hay nada más que dolor
y otra vida que se vuela.
La guerra es muy mala escuela,
no importa el disfraz que viste.
Perdonen que no me aliste
bajo ninguna bandera.
Vale más cualquier quimera
que un trozo de tela triste.

Y a nadie le di permiso
para matar en mi nombre.
Un hombre no es más que un hombre.
Y si hay dios así lo quiso.
El mismo suelo que piso
seguirá, yo me habré ido.
Rumbo también del olvido
no hay doctrina que no vaya.
Y no hay pueblo que no se haya
creído el pueblo elegido.

 

Domingo 26º del TO. Ciclo A (27.09.2020): Mateo 21,28-32.

El cuentaparábolas provocador. Lo medito y escribo CONTIGO,

 

Para este domingo, día 27 de septiembre, se nos propone la lectura de una nueva parábola en el texto de Mateo 21,28-32, la llamada ‘parábola de los dos hijos’. Si recuerdo bien, los dos domingos anteriores hemos leído, meditado y comentado dos parábolas de Jesús. Y les adelanto que en los dos domingos siguientes (días 4 y 11 de octubre) se nos leerán otras dos parábolas. Cinco en total y en cinco domingos seguidos. ¿Casualidad? ¿Programación precisa?

 

No puedo pensar que sea sólo una casualidad. Me digo que estos cinco domingos estamos de parábola en parábola sin atender demasiado a los distintos contextos en los que Mateo nos las dejó escritas en el ordenamiento de su narración sobre la persona de su Jesús de Nazaret. ¿Acaso es lo mismo contemplar a este Jesús en el camino que va desde Galilea a Jerusalén o dentro del Templo de esta ciudad donde se sabe espiado y perseguido?

 

En ninguna edición del Evangelio de Mateo el texto de 21,28-32 comienza con estas palabras que se nos leerán en este domingo del 27 de septiembre: “En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo”. No me hagan caso, pero no dejen de consultar el relato en su propia Biblia. Creo que merece la pena invertir tiempo en estas tareas.

 

Y ya que he propuesto este ejercicio me atrevo a sugerir que se lea, si se desea, Mateo 21,23-32 que comienza de esta manera tan sugerentemente provocativa: “Llegado Jesús al Templo, mientras enseñaba en él, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: ¿con qué autoridad haces todo cuanto has hecho en este Templo? ¿Quién te ha dado tal autoridad? Jesús les respondió: También yo os voy a preguntar una cosa... ¿el bautismo de Juan...”? (Mt 21,23-27). ¿Es ese el contexto en que debe leerse la parábola de los dos hijos? Sí.

 

En la meditación de esta parábola de los dos hijos se me despiertan los recuerdos de aquella parábola anterior de ‘los primeros y de los últimos’ en el trabajo por sembrar aquí eso que tanto se coloca en la boca y en las neuronas de Jesús: el reino, la viña del señor de la viña, valga la redundancia del sentido común. En el texto de nuestra parábola de ahora esta realidad del reino está presente en la pregunta central: “¿Cuál de los dos hijos hizo la voluntad del padre?” (Mt 21,31). Y también se trata de una viña, la viña del padre de la viña.

 

La viña del señor que es la viña del padre es el reino, el mismo reino del que se nos habló en el tercero de los discursos de este Jesús de Mateo, nuevo Moisés. Se le ha llamado el discurso de las parábolas del reino y se recordará que éstas fueron siete (Mateo 13): ¡La pizca de levadura!

 

También, una vez más, me dejo llevar por la melodía que este evangelizador Mateo nos dejó entre las neuronas como si se tratara de mantras humanizadores frente al poder de la tradición de las religiones: “Habéis oído que se dijo... En cambio yo os digo... Cuanto deseas que te hagan los demás, házselo a ellos. Esto que os digo, y no aquello que se os dijo, es toda la Ley y los Profetas” (primer discurso de Jesús en Mateo 5-7). Éste primer discurso de Jesús se proclamó en Galilea y para las gentes de Israel y de fuera de Israel. En cambio, la parábola de los dos hijos del padre de la viña se proclama en el Templo y para ¡desautorizar su autoridad!

Carmelo Bueno Heras

 

Domingo 44º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (27.09.2020): Hch 24,22-27

“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

 

Me ha parecido oportuno comentar este breve texto de Hechos 24,22-27, porque en él se nos cuentan los acontecimientos que tienen lugar a lo largo de dos años. Los que corresponden al mandato del gobernador romano Félix. ¿Tanto tiempo de estancia de Pablo en Cesarea del Mar merece tan solo este exiguo puñado de seis versículos?

 

Recordamos que este gobernador romano acaba de presidir la primera sesión oficial del juicio que enfrenta a los judíos de un lado y al propio judío Pablo por otro. Ambas partes ya han presentado sus demandas y esperan la respuesta que debe dictar la autoridad judicial de Roma. La sentencia está en manos del gobernador Félix del que Lucas dice que “estaba bastante bien informado del nuevo camino” (Hch 24,22). Nuevo camino, ¿‘la religión de Jesús’?

 

Esta buena información, no se sabe bien si pertenece al propio Lucas o al gobernador, es un dato nada despreciable para el narrador. Como lector me pregunto cómo es posible que siendo Félix tan buen conocedor de la realidad y de la situación de Pablo renunciara a pronunciar una sentencia y permitiera el encarcelamiento del acusado. Esto es lo que nos afirma Lucas en Hch 24,27: “A los dos años Porcio Festo sucedió a Félix y éste, deseoso de agradar a los judíos, dejó a Pablo en la cárcel”.

 

¿Puedo decir que esta actitud de la autoridad de Roma en Cesarea del Mar encarnada en Félix fue una manera de ‘lavarse las manos’ en este nuevo asunto del enfrentamiento entre judíos a causa de las interpretaciones de su religión? ¿No sucedió ya otro tanto con Jesús de Nazaret?

 

Y hay más. Me llama la atención la delicadeza narrativa del Evangelista cuando nos informa de las actuaciones interesadas del gobernador. Diríase que no todo es trigo limpio en las maneras de actuar y conducirse esta autoridad del gobernador. Félix, apunta Lucas, “no perdía la esperanza de que Pablo le diera dinero...” (Hch 24,26). ¡Comportamiento corrupto! Otra vez...

 

Y hay más, como se acaba de leer en Hechos 24,24-25. Félix no gobierna solo. Está casado con una mujer judía llamada Drusila. Ambos acuden a conversar con el acusado y apresado Pablo. Según se ha informado este narrador, el asunto de estos diálogos es la cuestión de Jesús el Mesías o del Mesianismo de Jesús y sus implicaciones. Y yo que leo ahora me atrevo a cuestionarme, ¿cuánto y cómo hablaron estas tres personas sobre Jesús de Nazaret, la realidad humana de su vida? Se me hace sospechoso tanto silencio sobre la vida del laico de Galilea.

 

Y hay más, me añado en la reflexión crítica de mi meditación. Ahora ya sé que Pablo pasó dos años en la cárcel de Cesarea del Mar y sé también que Lucas me ha escrito casi como de pasada textualmente esto: “Félix dio orden al centurión de que tuviese a Pablo detenido, pero dejándole cierto margen, sin impedir que lo asistiera ninguno de sus amigos” (Hch 24,23). Lo he leído al comienzo de este breve relato, como he señalado en el primer párrafo del comentario. ¿Por qué este Lucas, tan diligente en ocuparse de estar bien informado, no nos ha escrito nada ahora del evangelista Felipe y de sus cuatro hijas residentes en esta ciudad de Cesarea, cuando hace nada compartieron tanto en su último encuentro (Hch 21,8-14)? Este silencio es un grito.

Carmelo Bueno Heras

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