miércoles, 2 de septiembre de 2020

Imitación de Cristo (Felicidad Espiritual)

PARTE TERCERA
FELICIDAD ESPIRITUAL.


Capítulo XIX
TOLERAR LAS OFENSAS
 ES PRUEBA DE VERDADERA PACIENCIA.


Jesucristo:
1. ¿Qué es lo que dices, hijo?. Deja de quejarte considerando mi Pasión y la de los santos. Todavía no has soportado hasta derramar sangre. Es poco lo que tú padeces, en comparación con lo mucho que soportaron otros, tan fuertemente tentados, tan pesadamente mortificados, tan frecuentemente puestos a prueba y presionados. Te conviene, pues, recordar las cosas muy graves de otros para que con facilidad lleves tus pequeñeces. Y si no te parecen pequeñeces mira que la causa no sea tu impaciencia. Pero sean cosas grandes o pequeñas procura soportarlas pacientemente a todas por igual. En la medida que mejor estés dispuesto a la paciencia, actuarás sabiamente y más mérito tendrás; te pesarán menos tendiendo el ánimo y la costumbre preparados sin flojera para esto. No digas: no tengo valor para soportar esto de esa persona, ni debo aguantar semejante cosa porque me causó grave daño y dice de mí lo que nunca pensé, pero de otra soportaré lo que me haga según me parezca que se debe sufrir. Es desatinada esta idea, que no considera la virtud de la paciencia ni por quién será premiada sino que más bien mira a las personas y a las injurias que le hacen.

3. No es realmente paciente quien no desea padecer sino cuando a él le parece y de quien le acomoda. El verdadero paciente no se fija qué persona le molesta, sea su superior, igual o inferior, sea bueno y santo o perverso e indigno, sino que,  indistintamente de qué persona reciba algo adverso, de cualquier medida y todas las veces acepta todo con gusto de la mano de Dios y estima que es una gran ganancia: porque nada de cuanto se padece por Dios, así sea poco, puede pasar sin mérito ante Dios.

4. Estáte, pues, dispuesto a la lucha, si quieres obtener la victoria. Sin certamen no puedes obtener la corona de la paciencia; si no quieres padecer, impides que te coronen. Si quieres que te coronen pelea valerosamente, soporta pacientemente. Sin esfuerzo no se consigue el descanso ni sin pelea se alcanza la victoria.

Discípulo:
5. Quiero, Señor, que se haga posible por tu gracia lo que me parece imposible por la naturaleza. Tú sabes lo poco que puedo resistir y qué pronto caigo cuando surge una pequeña adversidad. Deseo que por tu Nombre cualquier práctica de paciencia me sea amable y elegible porque padecer y ser maltratado por causa tuya es muy saludable para mi alma.


Capítulo XX
RECONOCIMIENTO
 DE LAS PROPIAS LIMITACIONES Y LAS DIFICULTADES DE LA VIDA.


Discípulo:
1. Contra mí mismo confesaré mi injusticia, te confesaré, Señor, mi debilidad. Con frecuencia, una pequeña cosa me deprime y entristece. Me propongo combatir valientemente pero cuando viene una pequeña tentación me lleno de gran angustia. A veces, de la causa más despreciable me viene una grave tentación y cuando pienso que me encuentro un poco seguro, sin darme cuenta, me encuentro a veces derrotado por un ligero viento.

2. Considera pues, Señor, mis limitaciones y fragilidades tan notorias compadécete y levántame del lodo para que no me hunda y quede abandonado totalmente. Lo que frecuentemente me acobarda y avergüenza delante de Ti, es verme tan deleznable y débil para resistir las pasiones. Y aunque no me induzcan enteramente al consentimiento sin embargo me causan molestia, es difícil dominarlas y muy penoso vivir diariamente en combate. Reconozco yo mi debilidad en que las abominables imaginaciones, más fácilmente vienen que se van.

3. Ojalá, fortísimo Dios de Israel, protector de los fieles, mires el esfuerzo y sufrimiento de tu servidor y lo ayudes en todo lo que emprenda. Robustéceme con la fuerza celestial de modo que ni el hombre viejo ni la descontrolada naturaleza, todavía no bien sujeta al espíritu, pueda dominarme porque conviene pelear contra ella mientras vivamos. ¡Cómo es esta vida en la que no faltan dificultades y miserias, llena de trampas y donde son tantos los enemigos!. Porque cuando se va una dificultad o tentación, otra viene; e incluso antes que acabe el combate de la primera vienen otras muchas inesperadas.

4. Y ¿cómo se puede amar una vida que tiene tantas amarguras, sujetas a tantas calamidades y miserias?; ¿cómo podemos llamar vida a la que genera tantas muertes y epidemias?. Y sin embargo, es amada y muchos la quieren para deleitarse en ella. Se acusa con frecuencia al mundo de ser falso y vacío, pero no se abandona fácilmente, porque los deseos sensuales nos dominan. Algunas cosas llevan a amarlo y otras a despreciarlo. Llevan a amarlo el deseo sensual, la ambición y la arrogancia de la vida pero la angustia y desgracias que la siguen hacen odiar y hastiarse del mundo.

5. Pero; ¡qué lástima!. Los desenfrenos dominan a quien está dedicado al mundo y considera un deleite estar entre espinas porque ni percibe ni saborea la suavidad de Dios y la amenidad de las virtudes internas. En cambio, quien desprecia perfectamente al mundo y se interesa en vivir para Dios en santa vigilancia no ignora que está prometida la divina dulzura a los que se olvidan de sí mismos y ve más claro lo gravemente que se equivoca el mundo y de cuantas maneras se engaña.

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