viernes, 11 de septiembre de 2020

Imitación de Cristo (Felicidad Espiritual)

PARTE TERCERA
FELICIDAD ESPIRITUAL
.

Capítulo XXXIX
EVITAR LA IMPERTINENCIA
 EN LOS PROPIOS ASUNTOS.


Jesucristo:
1. Hijo, encomiéndame siempre tus asuntos: Yo los arreglaré bien y oportunamente. Espera lo que yo disponga y sentirás que es para tu provecho.

Discípulo:

2. Señor, con mucho gusto te encomiendo todo lo mío porque de poco sirve mi cuidado. ¡Ojalá que no me preocupen demasiado los futuros sucesos, sino que me ofrezca sin demora a tu voluntad!.

Jesucristo:
3. Hijo, muchas veces el hombre busca con vehemencia lo que desea, pero cuando lo consigue, comienza a pensar distinto, porque las aficiones a las mismas cosas no son duraderas sino que nos llevan de una a otra.

4. El verdadero provecho de la persona consiste en el renunciamiento de sí mismo y quien es abnegado tiene gran libertad y seguridad. Pero el antiguo enemigo y adversario de todos los buenos no cesa de tentar sino que de día y de noche trama graves insidias para hacer caer en el lazo a los incautos, si pudiese. Estén despiertos y oren, dice el Señor, para que no caigan en la tentación (Mt 26,41).


Capítulo XL
NADA BUENO TIENE EL
 SER HUMANO DE LO QUE PUEDA ENALTECERSE.


Discípulo:
1. Señor ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que lo visites? (Sal 8,5). ¿Qué ha merecido el hombre para que le des tu gracia?. Señor ¿de qué me puedo quejar si me dejas?, o ¿qué puedo exigir con justicia, si no haces lo que pido?. De hecho, sólo puedo pensar y decir de verdad lo siguiente: Señor, nada soy, nada tengo, nada bueno hago, sino que fallo en todo y siempre tiendo a la nada. Y, si no soy ayudado e interiormente orientado por Ti, me convierto totalmente en tibio y descuidado.

2. Tú, Señor, en cambio, eres siempre el mismo y eternamente permaneces siempre bueno, justo y santo; bien, justa y santamente realizas todo y lo dispones con sabiduría. Pero yo, que soy más proclive a lo defectuoso que a lo perfecto no puedo permanecer siempre estable y cambio siete veces cada día. Pero después me va mejor, cuando a Ti te parece y me ofreces tu mano para ayudarme porque Tú solo, sin solicitud humana, puedes auxiliarme y reforzarme para que no vaya mi atención a uno y otro lado si no que a Ti solo se convierta mi corazón y descanse.

3. Por lo cual, si yo supiera desechar bien toda satisfacción humana ya sea por la expectativa de la devoción o por la necesidad que me impulsa a buscarte porque no hay ser humano que me consuele entonces, con razón, podría esperar tu gracia y alegrarme por el don de tu nueva visita.

4. Gracias a Ti, de quien todo viene cada vez que algo bueno me sucede. Yo soy vacío y nada ante Ti, soy persona inconstante y débil. ¿De qué puedo alabarme o por qué deseo ser reconocido?. ¿Acaso por nada?. Esto es de los más inútil. Verdaderamente, el prestigio infundado es una mala peste, vanidad máxima que nos aparta de la verdadera gloria y nos despoja de la gracia celestial. Cuando alguno se agrada a sí mismo, desagrada a Dios; cuando aspira a las alabanzas humanas, se priva de la verdadera virtud.

5. La verdadera gloria y alegría santa consiste en gloriarse en Ti y no en sí mismo gozarse en Tu Nombre, no en la propia virtud y no deleitarse en lo creado si no es por Ti. Alabanza a tu Nombre, no al mío; engrandecidas tus obras, no las mías; bendición a tu santo Nombre y que no se me atribuyan las alabanzas humanas. Tú eres mi gloria y la alegría de mi corazón en Ti me gloriaré y me alegraré todos los días porque de mi parte no hay de qué, sino de mis debilidades (2Co 12,5). Busquen los hombres el reconocimiento que se dan mutuamente. Yo buscaré solamente el reconocimiento que viene de Dios. Todo prestigio humano, todo honor pasajero, toda exaltación mundana, comparada con tu eterna gloria es vanidad y necedad. ¡Verdad mía y misericordia mía, Dios mío, Santa Trinidad, sólo a Ti la alabanza, el honor, el poder y la gloria por los infinitos siglos de los siglos!.


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