FELICIDAD ESPIRITUAL.
Capítulo LIII
LA GRACIA DE DIOS NO SE MEZCLA CON GUSTOS HUMANOS.
Jesucristo:
1. Hijo, es muy valiosa mi gracia y no admite mezcla con elementos extraños ni con satisfacciones puramente humanas. Te conviene, por lo tanto, apartar todos los impedimentos de la gracia, si esperas recibirla sobre ti. Huye a un lugar secreto, desea sólo habitar contigo mismo; no busques las conversaciones sino más bien dirige con devoción tus ruegos a Dios. Considera que nada vale el mundo entero y prefiere dedicarte a Dios y no a las cosas exteriores. Porque no podrás permanecer conmigo y disfrutar a la vez de lo transitorio. Conviene apartarse de conocidos y amigos y mantener la mente lejos de toda satisfacción natural. Por eso pide encarecidamente el santo apóstol Pedro que los seguidores de Cristo se comporten como extranjeros y peregrinos en este mundo (1P 2,11).
2. ¡Cuánta confianza tendrá en el momento de la muerte quien no está apegado a alguna cosa en el mundo!. Pero tener así separado el corazón de todo no lo logra el que tiene todavía el espíritu enfermo, ni la persona embrutecida conoce la libertad interior del hombre. Sin embargo, si quiere ser verdaderamente espiritual es preciso que renuncie tanto a los extraños como a los próximos y que de nadie se preocupe tanto como de sí mismo. Si te vences completamente a ti mismo, todo lo demás lo dominarás más fácilmente. La perfecta victoria consiste en triunfar sobre sí mismo. Porque quien se tiene controlado a sí mismo de manera que la sensualidad obedezca a la razón y la razón en todo me obedezca a Mí, es vencedor de sí mismo y dominador del Mundo.
3. Si a esta cumbre deseas ascender, conviene empezar valerosamente y dirigir el hacha a la raíz; para que arranques y destruyas la desordenada y oculta tendencia hacia ti mismo y hacia todo provecho personal y material. De este vicio, que consiste en el amor desordenado que cada uno tiene por sí mismo, depende casi todo lo que hay que vencer radicalmente; derrotado y sometido este mal habrá de inmediato gran paz y tranquilidad. Pero porque son pocos los que trabajan en morir perfectamente a sí mismos, ni salen completamente de sí por eso se quedan entrampados en sus afectos y no pueden elevarse espiritualmente sobre ellos mismos. Quien desea caminar libremente conmigo necesita eliminar sus depravadas y desordenadas tendencias y no desear adherirse con amor exclusivista a nada creado.
Capítulo LIV
DIFERENCIA ENTRE LA NATURALEZA Y LA GRACIA.
Jesucristo:
1. Hijo, mira con cuidado, los impulsos de la naturaleza y de la gracia porque son muy diversos y sutiles y apenas los puede discernir incluso la persona espiritualizada e iluminada interiormente. Todos desean el bien y todos pretenden algo bueno en lo que dicen o hacen; por eso muchos se equivocan por la apariencia del bien.
2. La naturaleza es astuta y atrae a muchos, los ensalza y engaña, poniéndose a sí misma como fin; pero la gracia procede con sinceridad, se aparta de todo lo malo, no pretende engañar, y todo lo hace solamente por Dios, en quien descansa finalmente.
3. La naturaleza no acepta de buena gana que la mortifiquen, no quiere que la presionen ni que la superen, ni la rebajen o dominen; pero la gracia procura la propia mortificación, resiste a la sensualidad, busca estar sometida, desea que la venzan, no quiere ejercer la propia libertad, ama obedecer y no aspira a mandar a nadie sino vivir, servir y permanecer bajo la mano de Dios, y por Dios, estar preparada para inclinarse humildemente ante cualquier creatura (1P 2,13).
4. La naturaleza trabaja para su propia comodidad y tiene la mirada puesta en el provecho que le pueda venir de los demás. La gracia, en cambio, considera, no lo que pueda ser útil y conveniente para ella sino lo más provechoso para los demás. La naturaleza acepta con agrado el homenaje y la reverencia, la gracia más bien atribuye fielmente a Dios todo honor y gloria. La naturaleza teme la vergüenza y el desprecio; la gracia se goza en padecer ofensas por el nombre de Jesús (Hch 5,41). La naturaleza ama el ocio y el descanso físico; la gracia no puede estar ociosa sino que con gusto se entrega al trabajo.
5. La naturaleza busca tener cosas especiales y hermosas, aborrece lo vulgar y corriente; la gracia, en cambio, se deleita con las cosas sencillas y humildes no deshecha lo menos fino ni rehusa vestirse con ropa usada. La naturaleza mira lo material, goza del lucro, se entristece de las pérdidas, se irrita con la menor injuria;
pero la gracia atiende a lo eterno, no se adhiere a lo material; no se desconcierta cuando pierde algo, ni se exaspera por las palabras duras porque puso su tesoro en el Cielo donde nada se pierde.
6. La naturaleza es avara y con más gusto recibe que da,ama lo propio y exclusivo; la gracia es piadosa y comparte porque juzga que hace más feliz dar que recibir (Hch 20,35). La naturaleza inclina hacia las criaturas, hacia la propia satisfacción hacia la vanidad y la conversación insustancial; pero la gracia nos lleva a Dios y a las virtudes, renuncia a lo creado, se aparta de lo mundano, odia los deseos deshonestos, reprime las divagaciones y se avergüenza de aparecer en público. La naturaleza recibe de buena gana cualquier placer en que se deleitan los sentidos, pero la gracia busca satisfacerse solamente en Dios y deleitarse en el sumo Bien sobre todas las cosas visibles.
7. La naturaleza todo lo hace por lucro y por propia conveniencia, nada puede hacerlo gratis sino que espera conseguir lo mismo o más, o si no, alabanza o reconocimiento por el bien que hace y desea que sus gestos o dones sean bien ponderados pero la gracia ninguna cosa temporal busca ni pide otro premio sino sólo a Dios y sólo quiere de lo material lo que le puede ser necesario para conseguir lo eterno.
8. La naturaleza se alegra de la multitud de amigos y allegados, se ufana del lugar de origen y del linaje, es obsecuente con los poderosos, adula a los ricos, aplaude a los iguales; la gracia, en cambio, ama a los enemigos, no se engríe por la cantidad de amigos ni considera el lugar o el linaje si en eso no hay mayor virtud; favorece más a los pobres que a los ricos, se acomoda más con el inocente que con el poderoso; se congratula con los veraces, no con los mentirosos; anima siempre a los buenos para que compitan por gracias mayores y para que se identifiquen por las virtudes con el Hijo de Dios.
9. La naturaleza pronto se queja por las carencias y molestias la gracia sabe sobrellevar la escasez. La naturaleza todo lo dirige a sí misma y por sí misma lucha y arguye; la gracia dirige todas las cosas a Dios de donde brotan espontáneamente nada bueno se adscribe ni se atribuye con arrogancia, no compite ni prefiere su parecer al ajeno sino que en todo dictamen y opinión se somete a la sabiduría eterna y al divino examen. La naturaleza apetece saber los secretos y enterarse de novedades, quiere aparecer en público y experimentar muchas cosas con los sentidos, desea ser conocida y hacer lo que le produzca felicitaciones y admiración; pero la gracia no se preocupa de oír novedades o curiosidades porque todo esto proviene de la maldad original y no hay nada nuevo ni permanente sobre la Tierra.
10. Así, enseña a controlar los sentidos, a huir de la inútil complacencia y ostentación, a esconder con humildad lo que podría ser digno de alabanza y admiración y a buscar en todas las cosas y en todos los conocimientos la verdadera utilidad además de la alabanza y el honor de Dios. No quiere que se hable de ella ni de sus cosas sino que desea bendecir a Dios por sus dones que otorga por puro amor. Esta gracia es luz sobrenatural y como un especial obsequio de Dios y propiamente la marca de los elegidos y prenda de la eterna salvación que eleva al ser humano de lo terreno a amar lo superior y de materialista lo hace espiritual. Así que mientras más se controla y domina a la naturaleza tanto mayor gracia se obtiene y cada día es perfeccionado el ser interno con nuevas visitas según la imagen de Dios.
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