En Alejandría de Egipto, santos Fausto, Dión y Amonio, presbíteros y mártires, que recibieron la corona martirial juntamente con san Pedro, obispo, en la persecución bajo el emperador Diocleciano.
En Pébrac, territorio de Puy-en-Vélay, en Francia, san Pedro de Chavanon, presbítero, que aspirando a una vida más perfecta se retiró a este lugar, donde construyó y presidió un cenobio de canónigos regulares.
En Durham, en Inglaterra, beatos mártires Tomás Palaser, presbítero, y Juan Norton y Juan Talbot, condenados a muerte por la reina Isabel I, el primero por regresar a Inglaterra como sacerdote, y los otros por protegerle. Todos ellos fueron ejecutados en el patíbulo.
En Nagasaki, en Japón, beatos Antonio de San Buenaventura, de la Orden de los Hermanos Menores, Domingo Castellet, de la Orden de Predicadores, presbíteros, y veinte compañeros, mártires, estos últimos laicos, y muchos de ellos niños, que por su fe en Cristo sufrieron el martirio a fuego o a espada. Sus nombres son: beatos Domingo de Nagasaki, religioso de la Orden de Hermanos Menores; Tomás de San Jacinto y Antonio de Santo Domingo, religiosos de la Orden de Predicadores; Lucía Luisa, viuda; Juan Tomachi y sus hijos Domingo, Miguel, Tomás y Pablo; Juan Imamura, Pablo Sadayu Aybara, Romano Aybara y su hijo León, Santiago Hayashida, Mateo Alvarez, Miguel Yamada y su hijo Lorenzo, y Luis Higashi y sus hijos Francisco y Domingo.
En Almería, en España, beatos José Cecilio (Bonifacio) Rodríguez González, Teodomiro Joaquín (Adrián) Sáinz Sáinz y Evencio Ricardo (Eusebio Alonso) Urjurra, mártires, hermanos de las Escuelas Cristianas, todos los cuales alcanzaron la palma del martirio en la persecución religiosa durante la guerra.
En Alcoy, cerca de Alicante, también en España, beato Marino Blanes Giner, mártir, que, siendo padre de familia, recibió de Dios la vida eterna después de sufrir la muerte a manos de hombres, en días de la misma persecución religiosa.
En Paterna, en la provincia de Valencia, de nuevo en España, beato Ismael Escrihuela Esteve, mártir, padre de familia, que por el martirio se hizo partícipe de la victoria de Cristo, durante la misma persecución.
En Villarreal de los Infantes, en la provincia de Castellón, igualmente en España, beato Pascual Fortuño Almela, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que fue coronado de gloria por su testimonio de Cristo.


En Buñol, cerca de Valencia, asimismo en España, beatas Josefa de San Juan de Dios Ruano García y María Dolores de Santa Eulalia Puig Bonany, vírgenes de la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados y mártires, que recibieron ambas la corona de la gloria en su martirio cruento durante la misma persecución contra la fe religiosa.
En el campo de concentración de Dachau, cercano a la ciudad de Munich, en la región de Baviera, en Alemania, beato Adán Bargielski, presbítero y mártir, que por salvar a su párroco se entregó a los enemigos de la fe y, tras sufrir una cruel cárcel, emigró invicto a la gloria eterna.
Junto a la localidad de Gross-Rosen, en Silesia, también en Alemania, beato Ladislao Bladzinski, presbítero de la Congregación de San Miguel y mártir, que, en la misma persecución, fue deportado por los enemigos de la Iglesia desde su patria, Polonia, a trabajos forzados en canteras de piedra, donde después fue asesinado.
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