miércoles, 30 de septiembre de 2020

Imitación de Cristo (El Sacramento Eucarístico)

 PARTE CUARTA

EL SACRAMENTO EUCARÍSTICO.


Capítulo XIV: DESEO VEHEMENTE DE RECIBIR EL CUERPO DE CRISTO.

Discípulo:
1. ¡Qué abundancia de tu dulzura, Señor tienes escondida para los que te respetan! (Sal 31,20). Cuando recuerdo con qué enorme devoción y afecto se acercan algunos a tu Sacramento, de inmediato me desconcierto y avergüenzo ya que tan tibio y frío me llego a tu Altar y a la mesa de la Sagrada Comunión porque permanexco tan árido y sin afecto en el corazón, no estoy totalmente encendido junto a Ti ni me siento tan vehementemente atraído y comprometido como otras personas realmente piadosas que por su corazón, no podían contener su emoción sino que interior y exteriormente te anhelaban, a Ti Dios, Fuente Viva, incapaces de calmar o saciar su sed si no recibían tu Cuerpo con toda alegría y avidez espiritual.

2. La verdadera y ardiente fe de esas personas es prueba evidente de tu Sagrada Presencia en el sacramento. Ellas, efectivamente, reconocen a su Señor al partir el Pan (Lc 24,30-31) porque sienten arder su corazón cuando Jesús los acompaña por el camino. Con frecuencia está muy lejos de mí, semejante afecto y devoción tan ardiente amor y entusiasmo. Jesús bueno, amoroso y benigno, inclínate hacia mí y concede a tu pobre mendigo, al menos alguna vez, que sienta en la Sagrada Comunión un poquito del afecto cordial de tu Amor para que se recobre mi fe, crezca mi confianza en tu bondad y mi caridad, una vez perfectamente encendida y conocedora del alimento del cielo, jamás decaiga. Es poderosa tu misericordia para otorgarme la gracia tan deseada y visitarme con gran clemencia en espíritu de amor cuando tú quieras. Y aunque no ardo en tanto deseo como las personas más dispuestas sin embargo, con tu favor, quiero sentir esos mismos ardientes deseos rogando y aspirando convertirme en partícipe juntamente con quienes te quieren bien y ser contado como integrante de esa santa comunidad.


Capítulo XV: LA GRACIA DE LA DEVOCIÓN SE CONSIGUE CON HUMILDAD Y ABNEGACIÓN.

Jesucristo:
1. Te conviene buscar en todo momento la gracia de la devoción, pedirla con verdadero interés, esperarla paciente y confiadamente, recibirla con gratitud, conservarla con humildad, comportarte con ella cuidadosamente y dejar que Dios determine cuándo y cómo te visitará. Debes reconocer tus limitaciones cuando sientas poca o ninguna devoción interior, pero no deprimirte demasiado ni descomponerte por la tristeza. Con frecuencia, Dios otorga en un solo instante lo que no concedió durante largo tiempo. A veces, da al final de la oración lo que retuvo en un principio.

2. Si diera la gracia siempre de inmediato de acuerdo con el deseo no sería bien aprovechada por la debilidad de nuestra naturaleza. Por lo tanto, debe esperarse la gracia de la devoción en actitud de buena esperanza y humilde paciencia. Sin embargo, cuando la devoción no se te otorgue o la pierdas sin darte cuenta, puedes culpar de ello a tus pecados. Algunas veces es algo pequeño lo que impide y esconde la gracia si puede llamarse pequeño y no grandísimo lo que nos prohibe tanto bien. Si apartas esto mismo, pequeño o grande y perfectamente lo vences, sucederá como pediste.

3. Tan pronto como te entregues a Dios de todo corazón y no desees esto ni lo otro por tu propio gusto sino que íntegramente te pongas en sus manos, te hallarás unificado y tranquilizado porque nada te sabrá bien ni te dará placer como el cumplir la Voluntad de Dios. Cualquiera que dirija su intención hacia Dios con sencillez de corazón y se despoje de toda desordenada adhesión o falta de afecto hacia los seres creados será aptísimo para recibir la gracia y digno del regalo de la devoción. El Señor otorga su bendición donde encuentra un vaso vacío. Y cuanto más perfectamente alguien renuncia a lo inferior y más muere a sí mismo por una justa valoración más pronto llegará la gracia, más abundante entrará en él y más alto se elevará su corazón ya libre.

4. Entonces verá y se enriquecerá, se admirará y se dilatará su espíritu dentro de él (Is 60, 1) porque la protección del Señor está con él con quien se puso totalmente en sus manos para siempre. Así será bendecida la persona que busca a Dios de todo corazón, porque no ha recibido su vida en vano (Sal 23,4). Cuando recibe la sagrada Eucaristía merece la inmensa gracia de la unión con Dios porque no se fija en su propia devoción y consuelo sino que fuera de toda devoción y consuelo, mira la Gloria y el Homenaje a Dios.

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